Todos sabemos
qué es el victimismo. Reconocemos a las personas instaladas en el victimismo
por sus continuas quejas y demandas y por su incapacidad de ocuparse de sus
propios asuntos. Parecen necesitar ayuda para todo. Son lo contrario de una
persona empoderada. Las víctimas se podrían definir como personas
desempoderadas, inseguras, con baja autoestima, con una distorsión mental que
les hace sentirse incapaces, débiles, poco valiosos y necesitados de atención y
protección contantes.
LA VIDA
ECONÓMICA DE UNA PERSONA ES EL REFLEJO DE CÓMO ES LA PERSONA.
Mientras una
persona empoderada es autosuficiente y capaz de conseguir su libertad
financiera, las personas del tipo victimista por el contrario necesitan una constante
ayuda para sus gastos. Esto refleja que ellas creen que necesitan ayuda para poder
con su vida.
Detrás de una
situación personal económica constantemente asistida puede haber victimismo
subconsciente.
¿De dónde viene?
A veces las personas que se sienten desvalidas han tenido unos padres
sobreprotectores. Por un lado la sobreprotección les ha restado autonomía,
libertad y falta de desarrollo de su seguridad personal y su valía. Por otro
lado, entienden que la forma de sentirse amado es sentirse asistido. Cuando alguien
se preocupa de sus asuntos, es cuando se sienten queridos, ya que tienen
asociados el ser amado con el ser protegido y atendido.
Así se las
arreglarán para tener que estar constantemente asistidos, pues necesitan esa
protección y asistencia para sentirse amados.
Otra de las
distorsiones del victimismo, y lo vemos constantemente en diferentes ámbitos,
es la supuesta SUPERIORIDAD MORAL. Una genuina víctima se cree una persona más
buena que el resto.
Afecta también
al victimismo económico. Se sienten por encima de “Esos capitalistas egoístas y
malos”, pero no duda en depender de ellos. Dependen de quien sea capaz de
generar riqueza, aunque en su mente infantilizada eso significa que “Ellos son malos mientras que él es bueno”,
pese a haberse convertido inconscientemente en un parásito que chupa de los
ingresos legítimamente obtenidos de los demás.
Hay una
distorsión que ya hay que empezar a eliminar la extendida creencia de que “Los “pobres” son más buenas personas que los
“ricos””.
Puede que venga
de una distorsión religiosa, que se ha interpretado ser pobres de espíritu con
ser pobres de dinero. Se refería al ego y sólo al ego. Es lo único que te pide
abandonar la religión o la espiritualidad, el ego desmedido, para instalarse en
el amor.
Acabar con el victimismo
personal sería acabar con personas que viven de los demás, ya sea la familia,
ya sea el estado.
Detrás de muchas
personas que viven de subsidios, no solo hay personas que atraviesan un mal
momento, hay también personas desempoderadas incapaces de hacerse con las riendas
de su vida y de conseguir su autonomía financiera. Realmente se creen incapaces
y realmente necesitan sentirse atendidos y protegidos.
Los regímenes
que viven de votantes dependientes, por el contrario promueven el victimismo y
el paternalismo. Les interesa.